La patria lacerada de ira y de terror,
respira olores de inmundicia perpetua,
transpira sudores de pueblo adolorido,
de pobres traicionados,
de niños buscadores de vida en la inmundicia.
Su sudor de pueblo traicionado
esparce sus aromas de digna rebeldía,
sus colores de vivas esperanzas
nutren los músculos que dan fuerza a la voz irreverente.
La patria ha soportado todo
cuanto le da la gana a los tiranos
arrojarle sobre su dulce cuerpo,
ha soportado a los traidores, asesinos,
sátrapas de la modernidad,
falsos demócratas, dictadores convencidos, políticos corruptos,
empresarios sanguijuelas que chupan la sangre de su pueblo,
demagogos disfrazados de lideres,
campeones de la mentira y la maldad,
déspotas gobernantes con caretas de gerentes eficientes.
La patria ha soportado en toda su existencia
la marcha de los oportunistas,
la presencia de gobernantes desidiosos,
la maldad perfectamente diseñada
por mentes cultivadoras de odios con ribetes de aparente bondad.
La patria, nuestra patria,
ha soportado todo,
y cuando digo todo,
me refiero a todas las maldades que han curtido su cuerpo,
que han forjado su estirpe de luchadora permanente,
de combatiente de la libertad y la justicia.
Contrasta con esa realidad de permanentes agresores piltrafas del desorden.
Quienes le han dado fuerzas para sobrevivir ante tanta agresión.
La presencia de hombres libertarios,
de poetas de la irreverencia,
de soldados de la libertad,
de hombres y mujeres del combate diario,
de maestros forjadores de sueños,
de campesinos valientes,
de trabajadores que aportan su sudor y su vida por la patria.
Y sobre todo de niños que sueñan y corren tras sus sueños
con la esperanza de alcanzarlos algún día
y amasarlos hasta darle la forma
que le plantea sus ingenuas verdades.
En estos días aciagos que sufrimos,
seguramente los pobres de la patria,
que son los pobres de todos los pueblos de este mundo,
serán traicionados nuevamente,
serán lanzados a la indiferencia,
seguramente los que usufructúan su trabajo
le asestarán un nuevo golpe en el cogote.
Pero seguimos detrás de la esperanza
que algún día se imponga la justicia,
la libertad, la paz, la dignidad.
Pese a todo lo malo,
No podrán los sátrapas de siempre
arroparte de nuevo con su negro manto de odio y de maldad.
No lograran en este tiempo,
arrojarte otra vez al foso de lo inmundo.
No podrán cambiar el camino trazado hacia la vida digna.
No podrán empaparnos del odio cultivado
en los laboratorios de la mediocridad.
No podrán quitarnos la paz y la ternura,
que aunque lejana mantiene viva la esperanza.